miércoles, 21 de febrero de 2007

HUME 2

EL ESCEPTICISMO MODERADO DE DAVID HUME (mundo, yo-sustancia, y Dios)

I. La existencia de cuerpos u objetos independientes de la mente
(Nos referimos a lo que en Descartes sería la sustancia extensa o mundo, y coincidiría con uno de los aspectos fundamentales de lo que en clase hemos llamado "realidad extramental").
Según Hume la creencia en la existencia cuerpos u objetos independientes de la mente o de la percepción es algo natural: Hume no rechaza esta creencia, pues todas las personas actuamos dando por hecho que tales cuerpos existen, incluyendo nuestro propio cuerpo (de otra manera sería complicado vivir). No niega, por tanto, la existencia de tales objetos, sino la posibilidad de probar o demostrar su existencia ya que los seres humanos nos encontramos limitados a lo que podemos percibir: todas nuestras ideas provienen en última instancia de nuestras percepciones, por tanto, no podemos concebir cómo son en realidad los objetos aparte de nuestras percepciones, no podemos acceder a un mundo exterior a nuestras percepciones e independiente de ellas.
{Hume escribió en su Tratado de la naturaleza humana (1739-1740): "dado que nada hay presente a la mente sino las percepciones, y que todas las ideas se derivan de algo que con anterioridad se hallaba ya ante la mente, se sigue que nos es imposible concebir o formar una idea de algo que sea específicamente distinto a las ideas e impresiones. Dirijamos nuestra atención fuera de nosotros cuanto nos sea posible; llevemos nuestra imaginación a los cielos [encuentro inevitable recordar aquí el recurso del Ojo de Dios en Putnam, que equivaldría a nuestro punto de vista como espectadores de Matrix: podemos comparar lo que hay en la mente de los "conectados" y lo que es el mundo real (extramental)], o a los más extremos límites del universo: nunca daremos realmente un paso fuera de nosotros mismos, ni podremos concebir otra clase de existencia que la de las percepciones manifiestas dentro de esos estrechos límites" (p. 125)}.
Aunque no podemos acceder a un mundo independiente y exterior a nuestras percepciones sí podemos tratar de explicar cómo llegamos a creer en la existencia de ese mundo: podemos investigar los motivos o las causas que nos llevan a creer en la existencia de cuerpos como algo distinto de nuestras mentes y percepciones. [La película Matrix nos ayuda a entender la diferencia entre percepciones y objetos reales: los que están "conectados" tienen percepciones, y no distinguen entre percepciones y objetos extramentales, pero sus percepciones no corresponden a objetos reales extramentales ni se originan en ellos (sino en la estimulación directa del sistema nervioso a través de un sistema informático). Aunque seguramente dentro de Matrix habría algún filósofo que distinguiera entre las percepciones y los objetos].
La explicación de esta creencia no puede hacerse en términos de causalidad (sabiendo que para Hume la causalidad es solo una conjunción o una sucesión constante), ya que para afirmar que las percepciones se derivan causalmente de los objetos debería darse una conjunción constante entre dos series de percepciones y eso es imposible en este caso, es decir, no podemos observar la conjunción constante entre objetos y percepciones, puesto que solo disponemos de las segundas (no podemos concebir los objetos salvo por medio de las percepciones).
Nuestra creencia en la existencia independiente de los cuerpos no se debe a los sentidos, ni a la razón, sino a una tendencia espontánea de la imaginación a partir de nuestras percepciones (Por ejemplo -y simplificando-, si hoy tengo una impresión de Sierra Nevada, y mañana vuelvo y tengo una impresión semejante y coherente con la primera mi imaginación tiende a suponer que allí hay algo, un objeto, independiente, -una realidad extramental-). La memoria desempeña un papel fundamental en este proceso (en nuestro ejemplo influiría también el hecho de haber visto antes otras montañas nevadas).
Conclusión: El escepticismo en esta punto no se refiere tanto a la existencia independiente de objetos exteriores a la mente, más allá de las percepciones, sino a la posibilidad de probar y conocer (o justificar) racionalmente dicha existencia. Es únicamente un escepticismo teórico, ya que en la práctica no hay ningún problema en mantener esta creencia, que es natural y conveniente. [No niega la existencia de ese mundo independiente, pero creo que tampoco puede negar su inexistencia]. Según F. Duque debe rechazarse la hipótesis de que Hume es un fenomenalista a ultranza que no puede salir de la cárcel de sus percepciones.

II. El problema del yo y la identidad personal*
Cuando estudiamos estos apuntes no solo lo hacemos por el placer de aprender (aunque algunos no lo crean ese placer existe), sino también para beneficiar a un yo futuro, alguien que aún no soy pero que se beneficiará de mi trabajo actual (disfrutando de las vacaciones de verano, aprobando la selectividad, eligiendo una carrera atractiva, etc.). Todo esto porque se supone que entre ese alguien y mi yo actual hay una estrecha conexión: son (somos o seremos) la misma persona. Bueno, esta es una forma de empezar a hablar del problema de la identidad personal, que implica preguntarse por lo que permanece a través de los cambios que constituyen nuestra vida.
Es evidente que tanto físicamente como psíquicamente cambiamos a lo largo de la vida, y por supuesto nuestra vida mental es un flujo constante (algo así como el "todo fluye" de Heráclito), entonces ¿qué es lo que hace que sigamos siendo nosotros mismos?, ¿cuál es el elemento permanente?
En Hume esta cuestión aparece asociada a la noción de yo como sustancia (que, recordemos, en Descartes es la sustancia pensante, y coincide con el alma). "No tenemos idea alguna del yo", afirma Hume (T. 354), pero esto no quiere decir que no tengamos la sensación de ser nosotros mismos, tal sensación interior la tenemos todos (a no ser que padezcamos una enfermedad mental o neurológica), incluido Hume. Sin embargo, también podemos sentir la discontinuidad en nuestra manera de ser, de comportarnos o de pensar.
Para indagar acerca de una eventual idea del yo Hume aplica el principio (la prueba o el criterio) empirista de verdad: "¿de qué impresión podría derivarse esa idea?" (puesto que toda idea proviene, directa o indirectamente, de las impresiones). Y responde: "Si hay alguna impresión que origine la idea del yo, esa impresión deberá seguir siendo invariablemente idéntica durante toda nuestra vida, pues se supone que el yo existe de este modo. Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable. Dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden una tras otra, y nunca existen todas al mismo tiempo. Luego la idea del yo no puede derivarse de ninguna de estas impresiones, ni tampoco de ninguna otra. Y en consecuencia no existe tal idea" (T. 355).
Como verás todo el argumento se basa en el supuesto de que "el yo existe de ese modo", es decir, invariablemente idéntico durante toda nuestra vida. Y este pez (el yo entendido como una idea permanente e inalterable) no lo podemos encontrar en la pecera de nuestra mente, por mucho que busquemos. Escribe Hume: "En lo que a mí respecta, siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo [por tanto, Hume reconoce que hay algo a lo que llamar mí mismo] tropiezo en todo momento con una u otra percepción particular, sea de calor o frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer. Nunca puedo atraparme a mí mismo en ningún caso sin una percepción, y nunca puedo observar otra cosa que la percepción" (355). Eso es lo único que encontramos en nuestra mente cuando miramos en ella: "un haz o colección de percepciones diferentes" que "están en un perpetuo flujo y movimiento" (356). Sin embargo pensamos, creemos, que esas percepciones son DE alguien (yo). Según Hume, esta creencia en un yo se debe al funcionamiento de la memoria, que nos da la sensación de continuidad. Pero no explicó con precisión este funcionamiento.

[Podemos concluir de todo esto que el yo como sustancia constante e invariable -o alma-, no es la respuesta al problema de la identidad personal].

*El término "identidad" tiene distintos significados. Hume no es muy preciso al usarlo. Locke planteó el problema considerando que "persona" es "un ser pensante, inteligente, dotado de razón y reflexión y que puede considerarse como él mismo, el mismo ente pensante en distintos momentos y lugares". La respuesta de Locke fue: lo que constituye la identidad personal es la conciencia, inseparable del pensamiento [Cf. La metamorfosis de Kafka]. Tanto Locke, como Hume, realizan una crítica de la utilización del alma (de la identidad del alma) como criterio de identidad personal.

III. El agnosticismo (y la religión)

(a) La inmortalidad del alma: la inmortalidad del alma es indemostrable. Otra cuestión es que Hume creyese o no en ella (ya que una cosa es creer y otra demostrar): hay motivos para pensar que, personalmente, tuviera serias dudas sobre la inmortalidad.

(b) La existencia de Dios: La existencia de Dios es también indemostrable. Puede que haya cosas que no sean percepciones, pero si las hubiera no podríamos saber lo que son. Como mucho podríamos suponer que el mundo tiene una causa inteligente, pero no podemos saber en qué consiste tal causa, qué características tiene [cf. Kant], por lo que no cabe identificarla con el Dios del cristianismo o de otra religión.

(c) La religión: la posición de Hume no está definida de manera concluyente, pero la categoría más apropiada para él sería el agnosticismo. Por otra parte, criticó la influencia de las religiones sobre los seres humanos, especialmente el fanatismo religioso.



(Para elaborar estos apuntes se han utilizado diversas fuentes, como el Tratado de Hume, el "Estudio preliminar" de F. Duque, y la Historia de la Filosofía de Copleston.

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